Missionarie
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S.G. - L. 003/2014
13 de Noviembre, 2014
“Este es el tiempo favorable” (2
Cor 6,2)
Queridas
Hermanas Misioneras y todos los hermanos y hermanas que comparten las gracias
de este carisma. En esta fiesta de Santa Francisca Javier Cabrini les envio
un caluroso saludo. Este tiempo de gracia es especial para todos nosotros y
estoy segura que Madre Cabrini se encuentra a los pies del Cristo,
intercediendo en nuestro favor. “Ahora
es el momento favorable”, un momento en que se nos está dando la gracia
de manera particular para que podamos hacer realidad, las directrices del XV
Capítulo General. Oremos para que podamos tener la misma capacidad de alejar
los imposibles, tal como era el sello distintivo de la vida apostólica de
Madre Cabrini. En septiembre de 1897, ella escribió en su Diario:
“Me has hecho a través de tu misericordia, Misionera de tu divino corazón. Yo debo hacerlo; debo ir hasta los últimos confines de la tierra para hacer todo lo que tu quieres, porque el sonido de tu voz hace maravillas. En tu nombre Señor, y encerrada dentro de tu corazón, soy capaz de todo. Puedo hacer todas las cosas en Cristo que me fortalece!”
Hemos
heredado esta misma gracia, pero debemos mantener abiertas nuestras mentes,
corazones y voluntades para que las brasas, las chispas y llamas de nuestro amor
por Jesús, nos muevan hacia él y hacia los demás.
Madre
Cabrini entendió que “la Misión es a la vez pasión por Cristo y pasión por su pueblo.”
(La alegría del Evangelio, 268). En
su vida, ella trabajó codo a codo con sus Hermanas religiosas y con todos
para hacer conocer el amor y la misericordia de Jesús, especialmente donde
más se necesitaba: en lugares abrumados por el pecado, la muerte, los
moribundos, los huérfanos, la pobreza, la ignorancia, la soledad y la falta
de justicia en las relaciones interpersonales. Ella fue mística y profeta
cuyo amor fue tambien “humano y humanizante.” Madre Cabrini reconoció que
Jesús no sólo tenía un gran amor por ella, sino también un amor sin medidas
para todos y cada persona en el mundo.
Sabemos
que cuando somos amados somos capaces de responder. Debemos responder; el
amor no es completo si no se corresponde. La única cosa que Jesús nos pide a
cambio de su amor incondicional, es que le devolvamos amor. Madre Cabrini
deseaba ir hasta los “confines de la
tierra” y agotase viajando por todo el mundo trabajando por devolverle a
Dios el amor, tratando de ser una “misionera de su divino corazón.”
En
este ahora del año 2014, se nos invita también a ser “misioneros de su
corazón divino”, e impulsados por este
amor salir de nosotros mismos “para tocar la miseria humana, la carne sufrida
de los demás.” (La alegría del
Evangelio, 270).
Como
Madre Cabrini, juntos podemos descartar imposibilidades y “hacer todas las cosas en Cristo que nos
fortalece”, la transformación de nuestra vida personal, la reorganización
del Instituto en un menor número de entidades canónicas, más profundamente,
la incorporación de laicos que comparten este carisma, y la evaluación de
nuestras obras para realizar opciones preferenciales por las que más expresan
nuestra “Misionaridad” en esta realidad de hoy. Confiamos en que la gracia
que se nos da en este momento de la historia, nos favorece y nos permite ser
verdaderamente Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús.
Madre
Cabrini comunicó el amor de Cristo en el
mundo mediante la enseñanza a los niños, en particular los niños pobres,
visitando los presos en las cárceles, el cuidado de los enfermos que no
fueron atendidos por nadie más, a través del acercamiento y la amabilidad con
todos aquellos con quienes fue entrando en contacto. Madre Cabrini nunca dio
importancia a la nacionalidad o religión de una persona, si era rico o pobre,
hombre o mujer, niño o adulto. Ella amó a Jesús amando a los demás.
La
Iglesia nos da santos como modelos que podemos imitar porque vivieron sus
vidas en forma tal, que han demostrado cómo ser verdadero cristiano. Quiero
agradecer a cada uno de los miembros de esta familia Cabriniana por su
testimonio hoy. Gracias por traducir el amor en acción, por compartir sus
vidas, talentos y tesoros, por cuidar a los enfermos, proveer de un techo,
alimentar a los hambrientos, por la lucha por los inmigrantes, la crianza de
los huérfanos, la educación de los jóvenes, el anuncio del Evangelio, y el
uso de su capacidades y privilegios por la justicia. Usted son hoy dia el
Corazón de Cristo encarnado, que permiten que Cristo se les revele a través
de ellos.
Concluyo
orando por todos nosotros, para que podamos responder con rapidez y energía a
las necesidades que vemos, que juntos nos esforzemos por compartir la
“alegría del Evangelio” y ser “misioneros
de su divino corazón” en nuestras familias, comunidades, parroquias y
lugares de trabajo. Le pedimos a Madre Cabrini que ore por nosotros al
Corazón de Jesús para que se nos obtenga la gracia de la fe que mueve las
montañas, la esperanza confiada de quien afronta los desafíos sin miedo, y el
amor y la caridad que ve con los ojos de Dios el sufrimiento y las
necesidades de los que nos rodean.
Unida en el Corazón de Cristo,
Superiora
General
Misioneras
del Sagrado Corazón de Jesús
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